Por: Gustavo Alonso Curbelo

Ningún epíteto más justo que La Villa Azul de los Molinos, para identificar a Puerto Padre, estructura imprescindible del hermoso cuerpo de esta isla, que se asoma al océano Atlántico con ojos de mar y enamora con su bahía de labios abiertos.

Así debió pensar Colón si se aventuró por el aparente río que desde El Socucho y La Boca, se clava tierra adentro como lengua, invitando al descubrimiento, hasta arribar a las aguas mansas que acarician al cayo Juan Claro y el litoral de la ciudad.  

Puerto Padre es tierra de poetas, pintores, músicos…

De hombres y mujeres que traen también en el ajiaco de la memoria, las huellas de los aborígenes que llegaron hace siglos, procedentes de El Caribe y el continente suramericano. Y de más lejos en la geografía del mundo. A esta isla larga vinieron chinos, con su parsimonia y la repostería inigualable. Y árabes con el espíritu creativo.  De África, negros para esclavos, con sus cantos y creencias que perduran en los herederos de hoy.

Como aquellos, los de hoy también han dejado su legado en su paso por este territorio: Emiliano Salvador, Juan Pablo Torres, la Banda Municipal de Conciertos, Alcibíades Puig y sus canciones a Puerto Padre. Ellos y todos nos inculcaron  con la música, sin proponérselo, el orgullo de entrar a este mundo muy próximos al mar.

O Pablo Armando Fernández y sus novelas afincadas en la niñez, en las mismas Delicias de Emiliano. Y Froilán González, con sus investigaciones necesarias para la salud de la Patria. Y Renael González Batista, dueño de la décima hecha frente a la bahía, inhalando el olor del salitre y los esteros, acompañado por tantos escritores que seducen con la palabra y retratan las esencias de nosotros.

Delicias es también la tierra de Teófilo Stevenson, casi leyenda. Dueño de puños fuertes, descubiertos por la suerte donde el central Antonio Guiteras esparce por Cuba y el mundo el aroma tierno de la caña de azúcar.

Pero si quieres ir a descubrir a Puerto Padre

El Fuerte de la Loma

El Fuerte de la Loma. Vigía permanente en el punto más elevado de la ciudad, oteando el tiempo, privilegiado por el protagonismo de existir en tres siglos. Sigue asombrando a los de antes, a los de siempre, con su presencia amurallada y un cierto misterio que ronda sus muros. El también llamado Castillo de Salcedo, único en nuestro país por su tipología constructiva, nos identifica en el Escudo de la ciudad y es a la vez símbolo de nuestras tradiciones culturales y patrióticas.

El Busto a las Madres

El Busto a las Madres además de constituir el homenaje a la criatura que más fervorosamente debe reverenciarse, es brújula para la orientación espacial de los caminantes. Un jalón que enrumba los pasos hacia los cinco puntos cardinales, porque los puertopadrenses le agregamos (al norte y al sur, al este y al oeste) el corazón, como destino para llegar a la felicidad.

Museo Fernando García Grave de Peralta

El Liceo, hoy Museo municipal, que guarda como joyas, las prendas más finas de la historia material y espiritual de nuestra región y de mucho más allá de las fronteras territoriales. Lleva el nombre de Fernando García y Grave de Peralta, precisamente porque fue uno de nuestros investigadores más acuciosos, que sirve de acicate para que nuevos especialistas continúen indagando en el pasado que nos nutre.  

Parques puertopadrenses

Otro orgullo: los parques puertopadrenses. Sobre todo el Parque de la Independencia y Martí. Cuántos años de complicidad silenciosa. Por sus pasillos han transitado generaciones con las mismas alegrías y tristezas.

El Parque de la Independencia ha sido testigo de tantos amores y desamores, cuando los varones giraban en un sentido y las hembras en sentido contrario para lanzar las miradas a la persona preferida y entre vueltas y vueltas se producían, de pronto, los choques del amor. En sus dominios el Anfiteatro, con su apego histórico a la cultura, adorna los recuerdos. Y la Estatua de la Libertad custodia, a sol y  lluvia, estos privilegios del mapa sentimental de nuestra gente.

Radio Libertad: la Emisora de la familia

La emisora Radio Puerto Padre vino al mundo en 1940, por obra de Pedro Zacca, un inquieto libanés que consiguió que las señales eléctricas se convirtieran en murmullos de la ciudad para que formara parte la espiritualidad de los puertopadrenses, con una manera peculiar de reseñar los asuntos terrenales y del corazón. 

El pozo de agua dulce, una curiosidad puertopadrense

El Pocito de agua dulce, borbotando dentro del mar que termina en el malecón muy cerca del muelle, como si la vaca o la chiva, buscaran el agua imperiosa para beber. Después fue el asombro de los que vieron a los animales tomando cotidianamente el agua del mar azulado, entonces sin malecón.

Muchos recuerdan todavía la creencia de los abuelos que si el visitante tomaba agua de las entrañas de Puerto Padre, se le colaba en el corazón una dependencia dulce y permanecía para siempre enjaulado en sus calles y avenidas, sin lograr desprenderse jamás de la magia de su gente y los encantos de la otra agua: la salada. Y aunque no es verdad, tiene algunos rasgos de la casi verdad.

Puerto Padre es mucho más

Las playas puertopadrenses le dieron el nombre de la Villa Azul de Cuba. Con un azul igual a todos los azules pero diferente, acarician las arenas de un litoral tentador para asomarse a la naturaleza de una isla que asombra a cada paso.

Pero la mayor riqueza del terruño es su gente. Una colmena que no descansa y se renueva con los que siguen a los de antes, que serán también relevados un día por otros, para que no desaparezca ese apego misterioso (llamativo para los foráneos), que provoca un cosquilleo sabroso en la sangre cuando decimos  con orgullo los nacidos aquí yo soy de Puerto Padre.

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